María Gracia Díaz Torres: «La Salud se gestó en la playa»Si hay una persona comprometida con sus semejantes y que sigue el Evangelio al pie de la letra esa es Mari Gracia Díaz, fiscal de la Hermandad de la Salud y una de sus cofundadoras. Es santo y seña de MIES. 
María Gracia Díaz, de 56 años, es la cara en la calle de la persona cofrade y religiosa. Es la sensatez personalizada. Gran parte de su vida la dedica en ayudar a los demás. En la Trinidad es muy conocida por sus buenas acciones. Y en la Salud, en un referente.
¿Cómo empezó su vida cofrade?
Por Paco Puente, porque somos muy amigos. La cofradía se gestó hablando en la playa.
¿En la playa?
Sí, íbamos a la Térmica o a Pedregalejo, y sobre las toallas hablábamos de cómo podría ser la cofradía. Éramos un grupo de amigos, todos de MIES, y compartíamos muchos puntos de vista cofrades y, sobre todo, el amor y nuestra fe. Siempre hemos sido muy amantes de la Semana Santa. Idealizábamos cómo podía ser una cofradía y aquellas ilusiones se fueron plasmando poco a poco.
¿Cómo recuerda esos comienzos?
Difíciles pero maravillosos. Un grupo ilusionado al máximo, trabajando y muy utópicos; equivocándonos muchas veces, y otras, no. Nos reuníamos también en el Café Madrid.
¿Y la cofradía actual es como la concibieron ustedes entonces?
Bueno... Algunas cosas eran utópicas. Queríamos que la Virgen de la Salud visitara un hospital y lo intentamos pidiendo permiso, pero en su momento se nos denegó. Y eso sigue siendo un reto de la hermandad al que no hemos renunciado. Eso se sigue manteniendo y la intención de estar cerca del enfermo, también. Eso no lo hemos perdido.
¿Qué llevan ustedes al enfermo?
Nuestra presencia. Empezamos por la presencia, por la amistad, el brindarnos... Muchas veces el enfermo necesita compañía. El enfermo mayor está muy solo. Es más, si hay un pobre entre los pobres ese es el mayor, enfermo y de pensión mínima. De esos en la Trinidad hay muchos. Están muy solitos. Le llevamos la compañía, el cariño, nos interesamos por ellos, que sepan que pueden llamar a una puerta que está ahí. En otros casos son ayudas económicas.Después de todo eso, lo de las velas rizadas es una anécdota, ¿no?A muchos les gustaban. Eso no quiere decir que haya personas que compartan al cien por cien los gustos. Yo es que veo la Virgen en el trono y me parece maravillosa, pero la miro a su cara. No reparo en que la vela esté así o 'asao'. Me llena tanto que no me quedan más miradas para el resto. Nuestra Semana Santa es tan rica que se puede sintonizar con una u otra hermandad y uno puede apuntarse a la que más le guste. Son formas de expresión estética. Pero percibo que los que están es más por el cariño a la Virgen que por la estética.
¿Comparte usted la opinión de que el cofrade no vive en toda su plenitud el cristianismo?
Lo hay de todo. Hay quien lo vive en su plenitud. Y si lo vive bien, Dios estará contento, y hay quien se conforma sólo con el 20% y no lo vive intensamente, pero eso lo hay en todos los grupos.
¿Desde cuánto pertenece a MIES?
Desde 1970. El padre Ernesto (Wilson Plata) me preparaba en el colegio de Zamarrilla para la comunión... Yo tengo el corazón muy dividido. Soy perchelera de nacimiento y por familia de la Estrella, bautizada en la Esperanza... Pero luego me crié en el colegio Zamarrillla e hice la primera comunión delante de la Virgen de la Amargura. Mi padre, de Zamarrilla, y me encuentro muy vinculada a esa imagen. A raíz de eso entré en MIES.
¿Cuál es la labor que realizan en Málaga los Misioneros de la Esperanza?
Por fines, aparte del amor a la Virgen y el crecimiento en el propio Evangelio, la dedicación a los niños y a los jóvenes. Y además creando vínculos no violentos, de una forma constructiva y positiva. Estamos extendidos en Málaga en distintas parroquias. También abarcamos otros proyectos sociales, de educación... Tenemos proyectos en Los Asperones, en La Palmilla, pero siempre con jóvenes y con niños.Este movimiento cristiano se popularizó porque sus miembros se encadenaban cada Jueves Santo para protestar por la presencia de las fuerzas militares en la Semana Santa o por sus protestas por la corona de oro a la Esperanza.
¿Ha cambiado MIES desde entonces?
Ha cambiado en las formas, pero no en el fondo. Los métodos no violentos y el sentido austero de entender el Evangelio y de seguir a Cristo no han cambiado nada. Había cofradías que estaban muy en la onda de lo militar y hoy hay cofradías que llevan militares, pero la presencia de los titulares es más pronunciada que la importancia que tienen los militares. Era una forma de decir que Cristo murió por la paz, por el amor. No vemos un fusil al lado de un Cristo. Quizás las formas no las entendieron algunas personas. El fondo espero que no varíe nunca. Es verdad que hay personas que sólo van a ver La Legión, pero se pierden la oportunidad de disfrutar del Cristo y de la Virgen con más profundidad, porque son una maravilla.
¿No le restó popularidad aquellas protestas a MIES?
Algunos cofrades no lo entendieron, y estaban en su derecho, pero supuso algún sufrimiento para el mundo cofrade y para los MIES. Fue un momento y ahí queda.
¿Qué se necesita para ser Misionero de la Esperanza?
Eso es una vocación. Lo que hace falta es sentirse llamado y querer seguir al Señor. Nada más. Sentirse identificado con los fines de los MIES pero, una vez que el Señor invita, es muy difícil decirle que no. Somos también profundamente marianos. Es un reto porque ser cristiano hoy en día cada vez se entiende menos, pero cada vez es más necesario.
¿Cuántas personas hay en MIES?
En Málaga, en torno a unas 500. Sin contar los niños.