martes, 9 de junio de 2009

Semblanza Diego Ernesto Wilson Plata


Recordamos los años de Seminario. Ernesto, nacido el día 10 de Junio de 1929, era el seminarista que despuntaba su originalidad. Era obediente y disciplinado, al mismo tiempo despistado y especial, con respuestas que hacían reir pero que al pensarlas eran profundas, cercano a todos con aptitud de servicio e independiente.
Ya entonces era frecuente el comentario, “las cosas de Ernesto”
Aún le vemos cada sábado ante la pizarra litúrgica, la que estaba donde hoy hay colocado un cuadro del Beato Manuel González. Con tizas de varios colores dejaba constancia con algún dibujo y frase bíblica de la Liturgia de la Palabra del domingo o de la solemnidad próxima. Cuando volvíamos del comedor, mientras caminábamos por la galería de la obediencia nos preguntábamos, ¿que habrá dibujado Ernesto? Era curiosidad positiva porque, además de buen dibujante sabía expresar muy bien el mensaje central del evangelio de la dominica y de manera muy expectante cuando se acercaban las grandes solemnidades de Navidad y de Semana Santa. Y la que dejaba durante todas las vacaciones de verano. Tanto respeto y valoración merecían que nunca ninguna persona intentó lastimar lo que en la pizarra había quedado plasmado y que hacía referencia al Evangelio.
A quien le gustaba aquella publicación semanal, tan frágil como que era borrada cada semana, era al Vice-Rector, D. Francisco Carrillo. En más de una ocasión se colocaba detrás de Ernesto y contemplaba el proceso, por otra parte lento de la obra. Pizarra y tiza fueron geniales en sus manos. No le contemplo con la técnica actual, eficaz y fría, de ordenador, de internet o de correo electrónico. Pizarra, tiza, pocos y pobres elementos compensado por el mucho espíritu.
Pienso si aquellos años de situarse semanalmente ante la pizarra, en trabajo que duraba varias horas, y que desaparecía después de siete días, no le hizo adentrarse en la profundidad de la pobreza y de la humildad. Estoy seguro que la conocida pizarra fue para Ernesto escuela del Espíritu.
El primer destino de Ernesto es la Parroquia de la Amargura. El párroco, D. José Avila Barbo, con quien colaboró y en el que encontró la comprensión y el envío pastoral para trabajar con los niños. Fallecido recientemente, parece que en el cielo no ha querido estar sin el coadjutor silencioso y trabajador y ha hecho gestiones para llevárselo. No se cómo allí se complementarán. A lo mejor se unen la seriedad del anciano sacerdote y el entusiasmo por los jóvenes y las salidas con chispa de Ernesto que aumentan la felicidad accidental, que decían los antiguos tratados escolásticos y cuya explicación nos deja frío a los que estamos por aquí.
Y allí comenzó la historia. Niños que crecen y se hacen adolescentes y después jóvenes. Al final, como todos, se hacen adultos. Sólo se necesita tiempo. Y Ernesto trabaja y descubre que hay que hacer algo por esa pequeña parcela de la iglesia. ¿Quizás revivir el estilo de las Congregaciones Marianas? No lo sabe, mientras tanto a trabajar con ellos, a jugar, a gastar horas, días, esfuerzo y a transmitir alegría y exigencias.
Hasta que un día su amor a Sevilla, que nunca ocultó, se hace viaje con parada sosegada en la Iglesia de la Macarena. Y reza que a él no le interesa tanto la Giralda sino la luz interior. Y la descubre. Vuelve contento y con cierto miedo. Porque se trata de iniciar algo original que tendrá dificultades. Allí se gestó la obra “Misioneros de la Esperanza”. Cuando vuelve a Málaga comienza con pocos y un decidido empeño. Con sabor fuerte mariano, atenderá personalmente a cuantos jóvenes quieran hablar con él.
Y ese es el misterio donde sobresale siempre Dios. Ernesto no es la persona extrovertida, planificadora, de técnicas de última hora. Es el sacerdote que repite lo que es básico y que no se cansa de escuchar. Me recuerda al P. Nieto, el director espiritual de Comillas durante muchos años. Siempre repetía lo mismo, “Hijo, penitencia y oración”, como base. Pero siempre sabía a nuevo. ¿Que tienen lo santos? Eso peculiar que es su vida y que no se aprende en cursillos intensivos porque tiene que salir de dentro.
Y comienza a dirigir Ejercicios Espirituales. Con los primeros de MIES llega a una síntesis espiritual que permanece, y que ahora es el momento de intensificar, y que tiene su fuente en Ignacio de Loyola, en Teresa de Lisieux y en Carlos de Foucauld. . La Teresa joven, Carmelita que sabe de la vivencia, como ella dice, “del Dios digno de amor. Amésmolo lo bastante como para sufrir por el todo lo que El quiera...” Foucauld y el mensaje del abandono, expresado en la conocida oración y en la espiritualidad de Nazaret. Sería un empobrecimiento si convocados por lo último se olvida el pozo donde bebió el P. Wilson y cuya agua repartió con generosidad. Hermanos de Mies, sed lo que sois y no más.
Porque Ernesto está convencido de la sobriedad y hondura de lo que se ha denominado “camino de infancia espiritual” y que es totalmente distinto a la imagen imaginativa que promueven las palabras. Es camino recio, porque es vivir el abandono en las manos de Dios a quien descubrimos como el Dios del Amor y de la Misericordia. Es creer que es desde la humildad y la confianza como seremos fieles al Señor y contagiaremos esperanza.
Ernesto trabaja muchas horas cada día. Se permite un respiro, son a manera de vacaciones, cuando se hace pintor y escultor. Con cuanto gusto y piedad hace la imagen de la Esperanza de la Sede de Mies. Y cuando pinta cuadros que están repartidos por diversos lugares. Alguno ha permanecido hasta hace unos años en la escalera del Instituto Superior de Ciencias Religiosas. Aquél que hizo de Santa Cecilia y cuyo rostro era el de su hermana. Pero siempre le interesa que manifiesten aquello que es repetitivo del camino espiritual: confianza, abandono, esperanza.
Y reza. Tiene necesidad personal y comunitaria. Porque todo no son caminos fáciles. Hay inicios de camino con el P. Marín porque en Cádiz parece que hay posibilidad de asentar la Obra. Después, los años difíciles del posconcilio, de la transición política también se cobra el impuesto de personas entusiastas pero que descubren otra forma para su vida y que dejan después de años la obra. Ernesto sufre y calla. Aprende lo que es integrar el sufrimiento en el misterio de la cruz de Jesucristo.
Después, cómo situarse en la Iglesia. No es fácil porque se trata de un movimiento de célibes y de matrimonios. Por fin todo se aclara y MIES será Asociación Pública de fieles, reconocida por la Conferencia Episcopal el día 21 de Noviembre de 1987 y tiene aval para desplazarse no sólo a Diócesis españolas, su gran alegría, sino a diócesis de naciones latinoamericanas, como Paraguay, Ecuador y Argentina. Después más.
Y contempla que MIES tiene madurez para vivir el proceso, no siempre fácil, de sustitución de los responsables y que ya acoge un grupo de sacerdotes. Recuerdo cuando fuí encargado por Mons. Buxarrais de poner en marcha el Centro Diocesano de Teologìa. Con espontaneidad me permitió Ernesto hablarles a todo el grupo de Misioneros. Muchos y muchas se formaron teológicamente y algunos son hoy sacerdotes. Para eso era abierto y no tenía miedo y acogía incluso a los que no eramos de MIES. Buscó en cada momento aquello que parece lo mejor para la fidelidad al carisma. Se crea FIMES, que después desaparece y se crean las comunidades. Es vivir en el discernimiento para, como repite San Ignacio, “Buscar la voluntad de Dios”.
En su momento Ernesto se retira de la responsabilidad de la Obra y se dedica a permanecer a la escucha, animar, orientar y celebrar el Sacramento de la Reconciliación. Cuántas horas dedicadas a este ministerio tan sacerdotal, con la impronta que da el Espíritu y los años. Ha sido el servicio menos aparente pero posiblemente más profundo. Sosiego, profundidad, repetición de lo esencial, respeto al camino peculiar de las personas e intentar que no se pierda el núcleo básico y central del Movimiento, al pasar por tantas manos que cada una imprime peculiariedad personal porque no puede ser de otra manera. Y con la gran tentación, que oculta una parte, sólo una parte, de verdad cuando decimos que los tiempos son distintos como justificante de rebaja en el espíritu.
Ernesto Wilson ha tenido en vida una gran compensación. Se ha visto cuidado excepcionalmente por MIES a través de Maleny que lo ha hecho excepcionalmente bien. En nombre de los sacerdotes, gracias. Y ha vivido el dolor de la enfermedad. . El, que siempre ha sido un enfermo cuidado por lo que tenía la garantía de los muchos años, ahora no ha podido vencer la enfermedad. Y ha fallecido cuando ya sí lo esperábamos. Nosotros, sus compañeros sacerdotes ordenados aquél 13 de Mayo, lo echaremos de menos ese día del año próximo. Pero ahora y siempre rezaremos con el espíritu que él vivió y quiso transmitir, “Padre, haz de mí lo que quiera... por que Tu eres mi Padre”.